viernes, 16 de abril de 2010

ENTRE EL FUEGO DE LAS VENAS

Por. Adriana Bejarano

A la estación de bomberos de chapinero B1de Bogotá es el lugar donde Yadira Piamonte llega cada 24 horas, a las 8 de la mañana, una mujer de aproximadamente 30 años, madre y bombera desde hace seis años, quien se siente muy feliz por el trabajo que realiza, según ella porque su gran satisfacción es colaborar con el bienestar de la comunidad.

La vida de esta mujer no ha sido como la de una persona normal, ya que con mucho esfuerzo y sacrificios a tenido que sacar sola a sus hijas adelante, Laura y Sofía, de 18 y 11años de edad, unas personitas encantadoras, juiciosas y responsables, quienes están completamente orgullosas de su madre y que gracias a ellas es que Yadira después de jornadas agotadoras de trabajo, saca fuerzas para seguir luchando y para poder brindarle lo mejor a estas niñas, la razón de su vida.

Esta noble mujer, inicio su vida trabajando como secretaria en la constructora de su cuñado, pero el sueño de toda su vida había sido ser “bombero” y “en sueño se iba a quedar”, decía ella, varias veces intento entrar a las instituciones, pero siempre la rechazaban, aun así no perdía las esperanzas.

Una mañana, mientras aquella mujer dormía, timbró su teléfono, recibió una llamada de su mejor amigo, quien le aviso sobre una convocatoria que habría ese día para hacer parte del grupo de bomberos de Bogotá, el corazón de Yadira saltaba de emoción y en el fondo sentía que esa era su última oportunidad para demostrar su grandes capacidades y lo mucho que le gustaba ayudar a las personas. Participó en el “curso concurso”, nombre dado al proceso de capacitación de un bombero y después de un largo año de pruebas, exámenes y cursos, el sueño de aquella guerrera se hizo realidad.

Había llegado la hora; era su primer día de trabajo y estaba muy entusiasmada, pero lo que esta valiente mujer no sabía, era que este día la iba a dejar marcada para siempre; llego a su trabajo, conoció sus compañeros, las instalaciones de su nuevo “segundo hogar”, cuando todo parecía estar en calma, sonó la alarma de emergencia, si, era un llamado de alerta; los bomberos se pusieron su gran uniforme que pesaba más o menos 26 kilos, salieron de la estación y llegaron a una pequeña residencia ubicada en la calle 22 con 13, estaba prácticamente carcomida por las llamas, era un lugar pequeño, tenía alrededor de 22 habitaciones en las cuales vivía muchísima gente, recicladores, carreteros, en fin, gente de muy malas condiciones económicas.

La gente gritaba, lloraba, corría, cuando de un momento a otro se oyeron los susurros de una mujer que tirada en el suelo decía: ¡ayúdenme, ayúdenme a encontrar a mis pequeños hijos! Y aquí empezaron a padecer, entraron, buscaron en todas partes y nada, no encontraban a los niños porque todo era un laberinto total, era muy oscuro, lo poco que se veía era por el ardiente fuego que desprendían las llamas; después de media hora de una búsqueda exhaustiva y desesperante, por fin los encontraron, estaban metidos debajo de una cama, pero Yadira al mirar a los niños noto que el niño estaba muerto, su hermana, una niña de tan solo 4 años de edad, lloraba sobre su pecho, ella levanto la cabeza, miró a la bombera y un gran escalofrió paso por el cuerpo de Yadira, la niña había perdido un ojito...

Ese día quedo marcado en la vida de la bombera para siempre, fue un trauma total tener que ver a dos niños que apenas estaban iniciando la vida, en condiciones tan deprimentes y en el fondo de su corazón se sentía culpable porque decía que si todo el equipo hubiera actuado de una forma más rápida, tal vez hubieran salvado la vida del pequeño y hubieran evitado el sufrimiento de la niña.

No fue el único y el ultimo día triste que ella había pasado, pero si el peor, a pesar de ver tanto dolor, muertes, sangre y sufrimiento, sigue allí en esta estación, donde todos los días los bomberos están atentos a un llamado de emergencia.

Arriesgarse a ser bombero es un reto, porque lo que estas grandes personas hacen, lo hacen porque aman su profesión, aman lo que hacen por sobre todas las cosas y tienen presente que saben que llegan a trabajar, pero no tienen la certeza que volverán a su casa, ya que quizás en algún momento deban dar su vida por salvar la de alguien, todo lo hacen de corazón, por entrega y amor hacia la comunidad.

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