ENTRE LA SANGRE Y EL AMOR
Por: Adriana Bejarano
”La niña creció, quince años cumplió, en honor a su cumpleaños una fiesta celebró”…Y todo empezó allí, en Villavicencio, la ciudad de la música y el zapateo.
En algún punto de esa pequeña y acogedora ciudad se encontraba un gran hombre, que por medio de poemas interpretaba su música, con sus palabras transmitía el amor y el sentimiento que le ponía a cada una de sus notas y que en una corta canción narraría la historia de un ejemplo de amor que quiso crecer y murió en el intento.
El es Darío Benítez, quien sentado al lado de Luis Silva, el gran compositor de música, cuenta su trágica historia de amor. Se encuentran los dos en un espacio oscuro, un lugar poco agradable y que al entrar en él, no se sabe si se va encontrar el camino de regreso.
Aquella princesa, quien al parecer lo tenía todo en la vida, hija del respetado doctor Miguel Aguirre, quien cumplía todos sus caprichos y que sin saber seria el culpable de la peor tragedia de su vida. Era Nadia Aguirre, una niña, que en pocos minutos se convertiría en una hermosa mujer porque cumpliría sus quince años, aquella dulce cumpleañera un mes de marzo en el parque del pueblo, rodeada de gente de la alta sociedad y de un grupo de música criolla, contratado por su padre, dirigió su tierna mirada hacia mí y sus pequeños ojos azules quedaron penetrados junto con los míos, yo, un pobre campesino de la baja sociedad con un par de versos empecé a improvisar, “que lindo rostro tiene usted señorita, esa mirada deslumbra, sorprende e incita a besar su boca, linda cumpleañera, que Dios la bendiga”.
Ella mira a su padre, sin querer emite un leve sonido con su risa nerviosa, voltea su cara, me mira y en un cruce de palabras, nos dimos cuenta que entre los dos había nacido una magia que llaman “amor”.
Los días pasaron, el amor creció y aquella noche a escondidas de su padre, en las lejanas montañas, bajo la oscuridad de la noche y la luz de la luna, en cuerpo y alma nos entregamos ella y yo, con el pequeño sonido que se escuchaba cuando el pasto rosaba nuestros cuerpos y entre pequeños murmullos que salían de nuestras bocas, nacieron las promesas del amor y juramos amarnos hasta la muerte, con la bendición de Dios.
Algo inesperado paso, el tiempo cambio y el cuerpo de mi amada no era el mismo que aquella noche en medio de la naturaleza vi por primera vez, su vientre creció y allí se encontraba la gran prueba del amor, su padre la vio, y sin dudarlo le pregunto: ¿quién te embarazo?...Mi linda quinceañera no aguanto el nudo en su garganta, soltó el llanto, y entre lagrimas le dijo: “el hombre que amo, aquel cantante del folclor”…Su padre, al escuchar esas palabras empezó a dar vueltas por el cuarto, estaba enojado y angustiado, porque le preocupaba lo que iban a decir las personas de la alta sociedad, “su hija no estaba casada y ya iba a ser madre”, él se sentía traicionado, herido y con gran valor le dijo: yo no permitiré que traigas sangre roja a este mundo.
Empezaba a amanecer cuando aquel desalmado padre irrumpió el sueño de la quinceañera, sin preguntarle lo que ella quería, la obligo a practicarse el aborto y en el intento mi linda niña murió...Pero aquí no termino todo, porque ese prestigioso doctor busco las forma de culparme de la muerte de Nadia y del ser que llevaba en su vientre, no habían pruebas contra mí, pero Aguirre con su dinero se encargó de conseguir pruebas falsas, compro testigos y así fue como me condeno en la cárcel del dolor, donde pago por sus errores ya que no pudo entender que su hija era diferente a él y que las posiciones sociales no importan en este camino de ilusiones, sueños y esperanzas, llamado “amor”.
Hoy, aquí sentado frente a Luis Silva, quien se arriesgo a escucharme y a entrar por un momento a este olvidado mundo, donde los inocentes pagan por amar a una mujer y el tener sangre roja es un crimen…termina mi historia de amor, de la cual nace una triste canción llamada “Romance de Quinceañera”.
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